sábado, 31 de diciembre de 2011

Lo que sé de los hombrecillos


Un jubilado y docto profesor universitario de economía vive, junto a una constante e intrínseca paranoia, en una existencia más o menos ordenada, más o menos acomodada, más o menos resignada. En su día a día, el “lúcido” analista de la economía mundial ve, habla y mantiene “relaciones” con unos imaginarios, elegantes y diminutos hombrecillos. En un primer estadio lo hace “casi” inocentemente, compartiendo su orden doméstico, y, más tarde, ya mimetizados a él, transgrede nuestros manuales de decencia y decoro.

Juan José Millás nos invita a reflexionar en este libro sobre nuestros instintos primarios y por qué no podemos dar rienda suelta a los mismos, sobre una sociedad que no nos permite dejarnos llevar por ellos y sobre la conveniencia de abandonarnos a los mismos o no. Está narrado desde una perspectiva masculina, seguramente los instintos de los que habla el autor no son del todo iguales en una mujer.

© Juan Millás

En una entrevista con Juan Cruz en El País digital en Octubre de 2010,  éste le comentaba:
P. En varios de sus libros parece evidente que siempre está el doble revoloteando...
R. De hecho, el asunto nuclear de Lo que sé de los hombrecillos es el tema del doble, más o menos latente en toda mi obra, y que es metáfora de otras realidades, como la de la realidad-ficción, apariencia-verdad, original y copia, etcétera. Lo que ocurre es que aquí el delirio está abordado de un modo directo, sin rodeos. En el primer párrafo se establece ya el pacto con el lector. Y el narrador delirante, a la vez que cuenta el delirio, cuenta cómo lo vive, en una especie de híbrido entre relato y diario de a bordo de ese relato.
P. Y entra el sexo. En su obra nunca ha sido tan explícito.
R. Este narrador que cuenta lo que ocurre con los hombrecillos está muy obsesionado con lo biológico. Se da cuenta de que cuanto más brutal es lo biológico más alma tiene dentro. Por eso le fascina tanto el huevo de gallina. Pocas cosas hay tan biológicas como un huevo de gallina. Sin embargo, el huevo, a la vez que es un producto exageradamente biológico, resulta increíblemente simbólico. El intento de este personaje de acercarse a lo biológico en su literalidad lo que genera es que la literalidad siempre le devuelve el alma, no la biología. Y eso ocurre con el sexo. Parece que es un sexo donde no hay más que biología, pero precisamente cuantas más cantidades de biología hay, más alma hay. Creo que es el sentido que tiene ese sexo tan explícito.
P. Que el hombre resuelve echando mano de una especie de doble
... El hombrecillo es su doble.